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El Suelo Radiante el sistema radiante más antiguo, de hecho ya lo empleaban los antiguos romanos en sus termas: “El Hipocausto”. Es el más conocido y utilizado. Al igual que los anteriores, comparte los mismos principios de funcionamiento que sus hermanos techo y paredes, con sus diferencias consustanciales al lugar que ocupa en la estancia, pero también se puede establecer que la mayor parte de la transferencia de calor la realiza por radiación.
Al ser el sistema mas extendido, con más años de desarrollo a sus espaldas, posee una infinita cantidad de maneras de ejecutarlo: de mayor o menor espesor (pudiendo oscilar entre los 8-10 cms desde la cara inferior del pavimento, a pocos milímetros, como en el caso de los nuevos sistemas que van fresados sobre el suelo preexistente, empleado en algunos casos para rehabilitación); con tubos de un diametro u otro; a una distancia en entre tubos u otra; para instalar bajo mortero, o para instalar en “obra seca”; con o sin láminas de aluminio que disminuirán la inercia del sistema.
Lógicamente por su posición posee unas características que deben ser tenidas en cuenta, para ello y al igual que en el resto de sistemas, se deberá realizar conforme a la norma UNE-EN 1264. Precisamente, la observación de esta norma (y que estamos obligados a cumplir) es lo que evitará problemas de funcionamiento y posibilitará una perfecta unión con el edificio, nos referimos a la aparición ruidos y grietas por dilataciones. Además al respetarla será imposible acabar provocando problemas que todos hemos oido en alguna ocasión, y que no dejan de ser “leyendas urbanas”.
Para profundizar un poco más sobre el sistema de suelo radiante, y dadas las grandes diferencias entre unos y otros, nos centraremos en explicarlo de forma genérica basándonos en el sistema más habitual: suelo radiante con su aislamiento bajo los tubos, con mortero de unos 3-4 cms de espesor y con un acabado de cerámica, mármol o granito.
Al igual que en el resto, los motivos por los que los usuarios se decantan por la pared radiante frente a otros sistemas de climatización, suelen ser:
Ausencia de ruido (confort acústico)
Ausencia de movimientos de aire, o estos son imperceptibles (salubridad y confort térmico)
Ideal prácticamente en todos los ambientes a calefactar, aunque su gran inercia (si hablamos de los sistemas más extendidos) se adapta mejor para viviendas, industrias, oficinas… con una ocupación la mayor parte del tiempo. “Per sé” su gran inercia, ni es buena, ni es mala. Solamente hay que saber manejarla y conocer dónde se puede o no se puede recomendar.
Altísima eficiencia no requiere de mover el aire como vector del calor, trabaja en lo que en el argot se conoce como “baja temperatura”, por lo que es ideal para compaginarlo con bomba de calor: aerotermia, geotermia, o solar térmica. Presenta un importante ahorro en el consumo que necesita para su funcionamiento. (Ahorro económico con interesantes plazos de retorno de inversión)
Escasos costes de mantenimiento.
Ayuda a mejorar la clasificación energética del inmueble por el aislamiento añadido que porta el propio sistema